Renatto
Bautista Rojas
Magíster
en Gestión de Políticas Públicas y Licenciado en Ciencia Política por la
Universidad Nacional Federico Villarreal (UNFV)
Publicado en Mundiario, con fecha 29/ 05/2020
Un día, como hoy, en el
año 1453, los turcos otomanos tomaron la ciudad de Constantinopla, capital y
último reducto del Imperio Bizantino o Imperio Romano de Oriente. La caída de
Constantinopla es de tremenda importancia por dos razones: Primero porque representa
el final de la Edad Media como el comienzo de la Edad Moderna, otros historiadores dicen que el
final fue la llegada de Cristóbal Colón en América, pero eso es otra historia
para debatir. La segunda razón es que representa el corto definitivo de la
llamada Ruta de la Seda, iniciada desde la China Imperial, pasando por el
otrora imperio persa, cruzando Constantinopla y que terminaba en Venecia. Una
de las razones del descubrimiento de América, fue la búsqueda de otra ruta para
llegar a la China ya que los turcos otomanos, quienes tomaron Constantinopla,
cerraron todo comercio entre Europa Occidental con la China.
Volviendo con el asedio
de Constantinopla, éste comenzó el 7 de abril de 1453. El emperador era
Constantino XI, de la Dinastía de los Paleólogo, que consideraba sucesor, nada
menos, de los emperadores romanos o Césares. Es válido recordar que el Imperio
Bizantino, jamás se llamó así por sus habitantes ni emperadores, era el Imperio
Romano de Oriente debido a que el último emperador o césar Teodosio partió el
Imperio Romano (año 395) en dos: Para su hijo Honorio le correspondió el
Imperio Romano de Occidente, con capital en Roma y para su hijo Arcadio, le
correspondió el Imperio Romano de Oriente, con capital en Constantinopla, pero
con el pasar de los siglos, el Imperio Bizantino quedó reducido a su ciudad
capital Constantinopla, pero a pesar de esa reducción territorial, Constantinopla
representaba una gran civilización con grandes riquezas. Por ejemplo, en
arquitectura su mayor obra fue la otrora iglesia Santa Sofía construida por el
emperador Justiniano, en las letras destacaron el monje Teodoro Pródomo, el
novelista Nicetas Eugeniano, el gran historiador Procopio de Cesárea
–secretario del general Belisario-, el poeta Jorge de Pisidia, la monja poetisa
Casia, entre otros intelectuales bizantinos, el alfabeto cirílico –creado en el
940- sigue siendo utilizado en idiomas vigentes como el búlgaro, el serbio y el
ruso, otra gran obra intelectual fue la creación de la Universidad de
Constantinopla fundada por el emperador Teodosio II en el año 425. Es decir, el
Imperio Romano de Oriente representaba todo lo positivo de una cultura
civilizadora y faro de la intelectualidad que alumbró por más de mil años el
oriente europeo.
Volviendo con la caída
de Constantinopla, el 29 de mayo de 1453, con más de un mes de asedio, mueren
defendiendo Constantinopla, su último emperador Constantino XI y más de 4, 000
soldados bizantinos. Fue un acto heroico porque el asedio era implacable desde
mar y tierra. Los turcos otomanos, comandados por su sultán Mohamed II, entran
a Constantinopla, saquean la ciudad, le cambian de nombre por Estambul, la
iglesia Santa Sofía se vuelve en mezquita y se convierte en capital del imperio
otomano. Es decir, había ganado la barbarie sobre los herederos orientales de
la civilización romana. Fue el triunfo de lo más negro sobre la luz del faro
grecorromano que aún alumbra a la civilización occidental.
Al leer el título, un
acucioso lector se preguntará ¿qué relación tiene el APRA con Constantinopla?
Obviamente, Víctor Raúl Haya de la Torre, Alan García, Luis Alberto Sánchez,
Armando Villanueva, Ramiro Prialé, Carlos Manuel Cox, Manuel Seoane y otros
líderes apristas no tienen una obvia relación con el Imperio Bizantino, pero el
último asedio que padeció Constantinopla me sirve de paralelismo como reflexión
a la actual situación del APRA, el partido político peruano más longevo de
nuestra endeble democracia. Actualmente, el APRA no tiene representación
parlamentaria, ni gobierno regional, ni regidores en Lima –la capital del Perú-
sumado a que debe tener una pequeña cantidad de alcaldes distritales, sumado al
resultado de la elección parlamentaria de enero del 2020, el APRA está reducido
en su mínima expresión. Desde la fundación del APRA, en el año 1930, sufre un
asedio por parte del principal grupo mediático oligárquico, los mismos que
convivieron con los chilenos tras la ocupación de Lima en la infausta guerra
del Pacífico, aún levantan banderas de división y odios entre los peruanos
mientras cohabitaron con el principal enemigo que tuvo la Nación peruana, en
sus horas más sombrías. Antes se podía soportar el asedio de los enemigos de la
prensa, más los asesinatos y prisiones ordenadas por las dictaduras militares y
el frontal enfrentamiento con los comunistas, que se acrecentó desde el triunfo
de Fidel Castro en Cuba que dio impulsó a toda la izquierda socialista o no
democrática, porque se contaba con una pléyade de intelectuales que eran
apristas como Luis Alberto Sánchez, el peruano que ha escrito más libros en el
pasado siglo. Antes se entendía que la batalla cultural era fundamental para
mantener una importancia presencia social por décadas. Considero que esa
batalla cultural se perdió tras la muerte de Luis Alberto Sánchez y sumado al
momento, que los castrochavistas peruanos, entendieron que la lucha de clases
nunca funcionaría sino la hegemonía cultural. Por éso, cuando un castrochavista
peruano publica una novela o poemario, es aplaudido por todas sus camaradas,
aunque ese poemario sea mediocre. No les cabe ninguno sentimiento de mezquindad
porque saben que a través del mundo de la academia, de las letras y del arte se
dominará sobre la sociedad, cosa que es cierto, pero que no todos entienden
porque no leyeron al comunista italiano Antonio Gramsci. Hoy que las redes
sociales tienen una importancia radical, vemos que los castrochavistas peruanos
se organizan bien, al nivel que si uno es insultado, salen a defenderlos
cientos, por no decirlos, miles de sus camaradas chavistas. Traslado estas dos
situaciones al aprismo actual: ¿Cuándo un aprista publica un libro, un grupo
organizado de apristas sale a respaldarlo? o ¿cuándo un aprista es atacado, en
redes sociales, por no decir un ámbito laboral o profesional, sale en su
defensa miles de apristas? No necesito escribir la respuesta, por lo menos, no
escribo para mentir a nadie.
Volviendo con el APRA,
el aprismo representa el primer y único momento de civismo y formalidad
política peruana, en un país sumido a la mayor informalidad desde la
Independencia. ¿Por qué? Nuestros gobernantes, en el primer siglo de la
República, no debieron ser dictadores ni militares sino civiles profesionales
como siempre lo fue en las potencias occidentales. Aquí, nuestra mediocre élite
permitió que los militares gobernasen, con total impunidad, en lugar de ganar
guerras, que casi todas las perdimos por nuestros mediocres generales que,
hasta hoy, son políticos como un impresentable pega esposa que fue congresista
y autor de la actual ley universitaria, cuando la anterior fue redactada por el
intelectual aprista Luis Alberto Sánchez, y otro general en retiro, acusado de
asesinato y violación, es actual congresista, electo con medio millón de votos.
En conclusión, el APRA
no merece tener el final de Constantinopla. Es la hora de rectificar, por
ejemplo: Recuperar espacios perdidos en la batalla cultural como entender que
la unidad es fundamental en momentos de crisis porque más debemos mirar que nos
une que circunstanciales pequeñas diferencias.
El APRA, por su
martirologio de dos décadas y su ideología que nació para responder la realidad
indoamericana, es la luz del faro que
alumbra a otros partidos indoamericanos como el PRI mexicano, el Partido de
Liberación Nacional costarricense, Acción Democrática de Venezuela, entre otros
partidos constitucionalistas y democráticos, de nuestro continente. ¡No lo olviden!