Publicado en el portal May Neim Presenta, con fecha 11-02-2017
Renatto Bautista Rojas
Licenciado en Ciencia Política por
la Universidad Nacional Federico Villarreal (UNFV).
Desde
que tengo uso de razón, escucho reiteradas veces, el mentado término “renovación”,
como el término “juventud”.
La
“renovación” como la “juventud” son términos que representan el doble rasero de
nuestra sociedad porque pocas veces se cristaliza en realidad. ¿Miento? No.
En
todos los partidos políticos se nos habla -enésimas veces- sobre la “renovación”,
al grado que se asocia como sinónimo de la “juventud”. Luego, en el aparato
estatal (laboralmente hablando) como en nuestras universidades se nos sigue
mencionando el término “renovación”, pero ¿se cumple la mentada “renovación” o
será un simple mito?
Estos
fariseos académicos y/o políticos se llenan la boca, al hablarnos de la
“renovación” y “que la juventud merece un espacio fundamental”, pero todo estas
palabras se las lleva el viento (y difícilmente) se concretizan.
Una
muestra del doble rasero de nuestra sociedad tercemundista es el uso reiterado
de los términos “renovación” y “juventud”. ¿Por qué representa un doble rasero?
Porque
al confrontarnos con la cruel realidad, nos damos cuenta que la “renovación” es
un término literario en el aparato estatal, en los partidos políticos y en
nuestras universidades. Tanto la “renovación”
como la “juventud” se chocan con otro caduco mito tercemundista que es la
experiencia asociada a una edad “madura”. Lo digo entre comillas porque existen
“maduros” que sus actitudes e inteligencias emocionales son comparables con
adolescentes de Secundaria (con las excepciones que hay, yo fui una de ellas).
Este
mito de la “experiencia” y de la “edad madura” se cae con esta pregunta: ¿Es
comparable (académicamente hablando) un joven de 25 años que tenga el título
profesional, con un “maduro” que tenga el título profesional a los cuarenta y
pico? Por supuesto que no porque quien no puede obtener logros antes de los 35
años, difícilmente los obtendrá en base cuatro, ni que decir en bases mayores.
Los
logros son permanentes en la vida, no en el ocaso sino lean sobre las vidas de
Alejandro Magno, Julio César, Augusto, Napoleón, Víctor Raúl Haya de la Torre,
Rómulo Betancourt Bello y José Figueres Ferrer. Ninguno de ellos, paso a la
inmortalidad de la historia, con sucesos realizados en los sesenta y pico años.
¡Por supuesto qué no!
¿Ustedes
creen que en los países desarrollados de Asia, Europa y Norteamérica se
privilegie al “maduro” que al joven? Definitivamente que no porque en la
juventud se tiene mayores capacidades y dinamismo (desde lo académico, hasta lo
político).
Tanto
en el Estado, como en los partidos
políticos y en las Universidades, los genios de la “madurez” petardean a la única
y verdadera cantera de la juventud y de la renovación –salvo que converjan sus
intereses-.
Reto
a cualquiera que niegue mi afirmación en hechos, no en palabras edulcoradas y
literarias. ¿Podrán? No lo creo.
A
ustedes que les gusta escribir y/o darnos lecciones sobre el mentado mito de la
renovación. Detengan, su doble rasero y dedíquense a la ciencia ficción (remotamente podrías
acariciar el Nobel de la Literatura).
¿Así
que te gusta escribir y/o vociferar sobre la “renovación”? ¿Qué te parece
renunciar a tus cargos académicos, laborales y partidario, mañana mismo y darlo
a la juventud renovadora? Hazlo, ¿qué esperas, el Apocalipsis o el triunfo
definitivo del Islam?
Aprendan
a ser coherentes, por lo menos, alguna vez, en sus “maduras” y “notables”
vidas.
Es
la hora de romper mitos tercemundistas y volverlas realidades del primer mundo.