Renatto Bautista Rojas
Magíster en Gestión de
Políticas Públicas, Licenciado en Ciencia Política y catedrático en la Facultad
de Derecho y Ciencia Política de la UNFV
Publicado en El Montonero, con fecha 21-12-2021
Cuando hablamos de la República de Roma, siempre mencionamos a
Escipión el Africano, quién derrotó al general cartaginés Aníbal en la
famosa batalla de Zama, o también a los hermanos Tiberio y Cayo Graco, como a
Mario y Sila, ni que decir de Cayo Julio César, quién marco un antes y después
en Roma, como un caudillo indiscutible.
Pero antes que Roma soñara con dominar el mundo, Roma era una pequeña
república que logró construir una fuerte institucionalidad en base al Senado y
a los Cónsules. En tiempos difíciles, el Senado otorgaba facultades
extraordinarias por seis meses a un sólo hombre con el título de Dictador.
El personaje que lleva el título del presente artículo es Cincinato, él
fue un Dictador de la República de Roma en dos momentos difíciles.
Es válido mencionar que Cincinato nació en el 519 a.C., miembro de
una familia de patricios romanos. Fue electo Cónsul en el 460 a.C., luego
el Senado le confirió en los años 458 a.C. y en 439 a.C. el título de
Dictador para solucionar dos graves situaciones que permitieron que Roma avanzará
en la historia y sea la cultura que genera una admiración y respeto mundial.
Para la presente reflexión citaré al historiador sueco Carl Grimberg
cuando nos relata sobre nuestro personaje principal, Cincinato:
“Cierta vez, los romanos se enzarzaron en una peligrosa guerra contra un
pueblo vecino, los ecuos. A causa de la incompetencia militar de uno de los
cónsules, un destacamento romano había quedado acorralado. Angustiados, los
romanos sólo vieron una solución: concentrar todos los poderes en manos de un
solo hombre. Y eligieron a Lucio Quincio Cincinato, un patricio que había
adquirido antes fama como cónsul por su valor y talento político. Cuando los
enviados del Senado llegaron a la pequeña granja que Cincinato poseía al otro
lado del Tíber para comunicarle el resultado de la votación, el antiguo cónsul
estaba arando su campo.
A la mañana siguiente se presentó en el Foro con toga de dictador orlada
de púrpura y llamó a todos los ciudadanos a las armas. A medianoche llegó con
esta leva al campo de los ecuos. Amparado por la oscuridad, rodeó al enemigo y
erigió una empalizada a lo largo de sus líneas. Terminando el trabajo,
Cincinato ordenó a los suyos que profieran gritos de guerra. Los compatriotas
cercados por el enemigo se animaron y lanzáronse al ataque. Los eucos, cogidos
entre dos frentes pidieron la paz. Cumplida su misión en sólo seis días, el
dictador se despojó de la toga orlada de púrpura y retomó el arado, aun cuando
podía prolongar el poder durante seis meses…
…Cincinato volvió a salvar a su pueblo. Un romano influyente, Espurio
Melio, intentó en 439 antes de Cristo un golpe de Estado. Al menos se le acusó
de ello. Hombre riquísimo, al ser Roma afligida por el hambre, pensó que podría
apoderarse del mando gracias a su fortuna. Se supo que Melio almacenaba armas
en su casa, que mantenía reuniones secretas, forjaba planes para destruir la
república y sobornaba a los tribunos de la plebe. La libertad de Roma estaba en
peligro y juzgase que sólo un dictador podría salvar la situación. Se eligió
otra vez a Cincinato. Tenía entonces ochenta años, pero su vigor físico e
intelectual estaba aún intacto. Envió al maestre de caballería (magíster
equitum), Servilio, a llamar a Melio. Éste creyó que aquella citación era
sospechosa y huyó, pidiendo protección al pueblo. Pero Servilio lo detuvo y le
dio muerte. Después relató los hechos a Cincinato, que lo felicitó “Cayo
Servilio, ¡gracias por tu valor! ¡El Estado se ha salvado!”[1]
Leer sobre Cincinato me genera una gran reflexión sobre el ejemplo de
ser estadista. A lo largo de nuestra historia nos preguntamos cuales son las
características de un buen gobernante, lo más seguro es que nunca lleguemos a
un consenso por diversas razones que no discutiremos el día de hoy.
Pero Cincinato nos lega varias lecciones: Primero, un compromiso con las
instituciones, en aquel momento se llamaba Senado, hoy lo podemos llamar
Congreso o Asamblea Legislativa o Parlamento. La institucionalidad está vigente
desde siglos antes del nacimiento de Cristo. Cincinato y su labor como Dictador
son un buen ejemplo.
Segundo, Cincinato como gobernante sirvió a la República de
Roma en aciagos momentos. Detengámonos unos segundos en este punto, si él
hubiera sido egoísta hubiera rechazado ser designado Dictador y se hubiera
quedado en sus tierras labrando, pero así no es la historia. Sin importarle
nada más que su amor a la República de Roma aceptó la designación y
orientó sus fuerzas a solucionar los problemas que el Senado le pedía resolver,
primero fue el ataque de los ecuos y luego la conspiración del patricio Melio.
Su voluntad de servicio como gobernante, en aciagos momentos, debe transmitirse
siempre en la historia. Un gobernante siempre debe servir a su República -especialmente-
en situaciones que pudieran destruir todas las instituciones.
Tercero y última lección, Cincinato siempre fue un gobernante
desprendido que nunca ambicionó el poder para sí mismo. ¡Qué político tan
interesante y extraordinario!
Indudablemente, todos los gobernantes del mundo deberían leer sobre
Cincinato y aprender a ser desprendidos del poder. Como lo escribí en las
primeras líneas, el cargo de dictador era por seis meses, pero en las dos
ocasiones que Cincinato fue dictador y acabó con los problemas que aquejaba al
Senado de Roma por consiguiente a los días devolvió el poder.
Leer y reflexionar sobre Cincinato siempre será vigente para todos los
amantes de la historia de Roma porque nos lega mucho a pesar de que su historia
se remonta a varios siglos antes del nacimiento de Cristo. Cincinato es una de
las muchas razones porque Roma tiene un sitial dorado en la historia mundial. Indudablemente,
los políticos y la sociedad peruana deben leer sobre el enorme legado del
romano Cincinato.
[1] Historia Universal Tomo 7 Roma, poderosa y legendaria. Autor:
Carl Grimberg. Edición: Sociedad Comercial y Editorial Santiago (1987)