Renatto Bautista Rojas
Magíster en Gestión de
Políticas Públicas, Licenciado en Ciencia Política y catedrático nombrado en la
Facultad de Derecho y Ciencia Política de la UNFV
Publicado en El Montonero con fecha 27-11-2023
Los golpes de Estado son una
constante en la historia mundial porque el poder es el bien más codiciado que
ha creado la civilización humana, por el poder no solo se ha matado a los
enemigos sino se ha cegado a los hijos y/o matado hasta la propia familia.
“Salvo el poder, lo demás es ilusión”, es un viejo adagio que demuestra la
frialdad que es la lucha por obtener el poder. Un terrible ejemplo fue el
sucedido con la vida del emperador Mauricio (539-602) quien fue el máximo
soberano del Imperio Romano de Oriente desde el 13 de agosto del año 582, al
morir su suegro Tiberio II, hasta el golpe de Estado y decapitación que sucedió
un terrible 27 de noviembre del año 602. El Emperador Mauricio por su
matrimonio con la princesa Constantina, hija del Emperador Tiberio II,
perteneció a la Dinastía Justiniana, cuyo máximo exponente fue el Emperador
Justiniano I quien reconquistó Italia, el noroccidente africano y el sur este de
la Península Ibérica para el Imperio oriental. Volviendo con Mauricio, su
gobierno tuvo que afrontar enormes problemas militares que mermaron las arcas
del Estado imperial: Guerra contra Persia que terminó en un tratado de paz
donde los persas cedieron la Armenia occidental al Imperio Romano de Oriente,
luego en el Danubio detuvieron los avances de ávaros y eslavos que siempre eran
una constante amenaza, seguidamente en Italia creó el Exarcado de Rávena, aún
el Imperio tenía el control de la ciudad de Roma, para frenar los ataques de
los lombardos también se creó el Exarcado de Cartago que dominaba los
territorios del sur de la Península Ibérica, las islas Cerdeña, Córcega sumado
a los enormes esfuerzos militares para mantener el control de la franja del sur
de la Península Ibérica que soportó ataques de los visigodos. A pesar de tantos
frentes de guerra, Mauricio pudo mantener el dominio imperial sobre los
extensos territorios del Imperio, pero -como reitero- las arcas estatales
estaban casi en la bancarrota por lo cual en el Danubio se levantaron las
tropas comandadas por el general Focas que tomó Constantinopla, capital del
Imperio. El célebre historiador sueco Carl Grimberg (1875-1941) nos menciona
que, al triunfar el golpe de Estado, el fatídico 27 de noviembre del año 602,
el Emperador Mauricio, antes de ser decapitado, tuvo que ver la decapitación de
todos sus hijos. Indudablemente, fue el un terrible final para el Emperador
Mauricio y la Dinastía Justiniana, la mejor de todas las dinastías imperiales
en Constantinopla.