El autoritarismo del siglo
XXI en Sudamérica.
Renatto Bautista Rojas
Licenciado en Ciencia Política por la
Universidad Nacional Federico Villarreal (UNFV)
Publicado
en el portal web Estado Internacional el 02-07-15.
En
los últimos años en Sudamérica hemos escuchado repetidamente el término de “socialismo del siglo XXI”, pero en
realidad ¿que será ese término? Será una nueva categoría política o sólo un
referente propagandístico de gobiernos que buscan perpetuarse en el poder
indefinidamente. A la luz de la sombra, es lo último. Más que “socialismo del siglo XXI” es un
autoritarismo del siglo XXI porque estos gobernantes al llegar al poder:
Primero, cambian la Constitución por otra que les permite la reelección
indefinida, segundo antes y durante el ejercicio del poder califican a todos
los partidos políticos de Oposición como “corruptos”
y “mediocres” , tercero copan el
Poder Judicial, el Ministerio Público y los entes electorales por personal afín
a su gobierno, cuarto compran y/o manipulan a los Medios de Comunicación
Privados para que les sean medios propagandísticos, quinto persiguen
judicialmente a sus opositores políticos hasta el grado de meterlos presos
(violando el principio universal del derecho que es el debido proceso) como es
el caso de los políticos venezolanos Leopoldo López y Antonio Ledezma, sexto convierten
a las fuerzas armadas en sus incondicionales aliados para mantener el “orden político” en sus países.
El
mejor ejemplo del autoritarismo del siglo XXI, es el régimen iniciado por Hugo
Chávez y hoy continuado por Nicolás Maduro. El chavismo es el régimen híper
presidencial por excelencia en Sudamérica.
Recuerdan
¿Cómo surge a la palestra política Hugo Chávez?
No
fue por un proceso electoral sino por el intento de golpe de estado de febrero
de 1992 contra el entonces Presidente Constitucional Carlos Andrés Pérez. El
autoritarismo del siglo XXI en Sudamérica tiene como modelo a un político que
no hizo carrera desde la Cámara de Diputados o de Senadores, ni en los
gobiernos municipales sino como cabeza de un vil golpe de estado contra la
institucionalidad democrática.
Chávez
estuvo en la cárcel y luego todos los militares que participaron en las dos
intentonas de golpe de estado de 1992 fueron convenientemente indultados por
Rafael Caldera.
Al
salir de la cárcel, Chávez inicio una campaña electoral denostando a los dos
principales partidos políticos venezolanos Acción Democrática (de tendencia
socialdemocrátara) y COPEI (de tendencia socialcristiana). Tanto AD como COPEI
establecieron la democracia en Venezuela luego de la caída del dictador Pérez
Jiménez en 1958; es decir, desde 1959 hasta 1994 todos los gobiernos venían de
AD o de COPEI. No incluyo el segundo gobierno de Rafael Caldera (1994-1999)
porque él siendo fundador de COPEI renunció a su partido y fundó un movimiento
denominado Convergencia. Volviendo con Chávez, su campaña política de 1998 se
centró en el cambio de Constitución, en el constante ataque de los principales
partidos políticos y en su estrategia de la dicotomía. Detengámonos en la
dicotomía del autoritarismo del siglo XXI. Para el autoritarismo del siglo XXI
ellos son los “buenos”, los “revolucionarios”, los “dignos” para gobernar; mientras, los
partidos políticos de Oposición o rivales son los “malos”, los “corruptos”,
los “burgueses”, etc. de
calificativos peyorativos para todo lo que no sea afín de los autoritarismos
del siglo XXI.
Al
llegar al poder, Chávez derogó la Constitución de 1961 en su lugar instauro la
Constitución de 1999 que permite la reelección indefinida y que genera un híper
presidencialismo, siguió denotando peyorativamente que la Oposición son “corruptos” y que durante los gobiernos
democráticos de AD y COPEI la “corrupción”
se institucionalizó en el Estado, el Poder Judicial como el Ministerio Público
y el ente electoral es dirigido por militantes chavistas (violando el principio
universal de la separación de poderes), han copado a la gran mayoría de medios
de comunicación privados; al grado, de quitarle la licencia a la emisora
opositora RCTV en el 2007, como lo escribí en líneas anteriores han metido
injustamente y sólo por razones políticas a varios líderes de la oposición como
López, Ledezma y entre otros o han abierto procesos judiciales como al ex
candidato presidencial Manuel Rosales; quién ahora está asilado en el Perú, y
finalmente convirtió a las fuerzas armadas en el brazo militar del chavismo. La
represión es fuerte aliada del chavismo. Una de las tantas razones que posibilita
el mantenimiento de Maduro en el poder; a pesar de su gran deslegitimidad, es
la absoluta lealtad de las fuerzas armadas hacia él.
Otro
caso sudamericano de autoritarismo del siglo XXI es Evo Morales. Bolivia desde
la vuelta a la democracia en 1982 fue gobernado por el Movimiento Nacionalista
Revolucionario (MNR) fundado por el patriarca de la democracia Venezolana
Víctor Paz Estenssoro; quién fuera cuatro veces Presidente Constitucional de
Bolivia, Acción Democrática Nacionalista (ADN) fundado por Hugo Banzer; quién
fuera dos veces Presidente de Bolivia, y el Movimiento de Izquierda
Revolucionaria (MIR) fundado por Jaime
Paz Zamora; quién fuera Presidente Constitucional (1989-1993). Evo Morales fue
el líder de las protestas contra el segundo gobierno de Sánchez de Lozada en el
2003, la posterior renuncia de Sánchez de Lozada no sólo significo la derrota
política del histórico MNR sino de la clase política boliviana porque la
deslegitimización fue una variable importante desde las protestas del 2003. Como
Chávez, Morales denostaba de los partidos políticos como “corruptos” y tuvo la habilidad de generar la clásica dicotomía que
usa el autoritarismo del siglo XXI para llegar al poder. Recesión económica más
deslegitimización de los principales partidos políticos fueron las causas que
posibilitaran que Evo Morales ganará las elecciones del 2005. Al llega al
poder; al igual que Chávez, promulgó una nueva Constitución en el 2009; por la
cual, Morales se ha reelegido en el 2009 y en el 2014. Su tercer mandado acabaría
en el 2020; es decir, por el momento estará en el poder durante 14 años
continuos.
Algunos
dirán pero eso es democracia, para nuestros conceptos no lo es porque se
aprovechan de la democracia para llegar al poder y en el mismo poder instauran
sus propias reglas de juego que es sinónimo de copamiento estatal; por lo cual,
el gobierno del autoritarismo del siglo XXI tiene todas las de ganar en
contraposición de la Oposición que sus opciones son casi nulas por no decir
nulas.
No
es socialismo del siglo XXI sino autoritarismo del siglo XXI por su afán
perpetuador en el poder político y su copamiento del aparato institucional. En
Sudamérica ya estamos advertidos, la democracia está corriendo graves riesgos.