Renatto Bautista Rojas
Magíster en Gestión de Políticas Públicas, Licenciado
en Ciencia Política y catedrático nombrado en la Facultad de Derecho y Ciencia
Política de la UNFV
Publicado en El Montonero, con fecha 18-08-2025
Volviendo
con su Santidad Juan Pablo II, él escribió la Encíclica titulada REDEMPTORIS
MATER dado en Roma, junto a San Pedro, el 25 de marzo de 1987, al noveno año de
su Pontificado. Este importante libro tiene tres partes, la primera titulada
MARÍA EN EL MISTERIO DE CRISTO, la segunda parte titulada LA MADRE DE DIOS EN
EL CENTRO DE LA IGLESIA PEREGRINA, y la tercera parte se titula MEDIACIÓN
MATERNA.
Como
pueden darse cuenta la Encíclica del gran Juan Pablo II versa sobre María, la
madre del hijo de Dios, saben -les confieso- que yo siempre he amado a María,
no solo por ser un católico confeso y practicante, sino que la mujer que me
trajo al mundo es decir mi madre también se llama María, en parte, este
artículo también va dedicado a mi madre que de seguro tiene presente en su
mente el inmenso legado de madre de la Virgen María. Volviendo con la Encíclica
del gran Papa del siglo XX, me permito citarla brevemente para hacer
reflexiones.
En
la página 17, Juan Pablo II escribió lo siguiente:
“,
la Anunciación es la revelación del misterio de la Encarnación al comienzo
mismo de su cumplimiento en la tierra.”
Para
los católicos, la Virgen María es THEOTÓKOS es decir la Madre de Dios ya que el
Espíritu Santo concibió en María el hijo de Dios, siendo ella -durante toda su
vida- virgen. Lo que jamás entenderé es que haya cristianos no católicos que
hablen pestes de María ni entiendan la importancia de su labor como madre de
Cristo, el hijo de Dios. A veces pienso que estos cristianos, que no vienen de
la sucesión apostólica, por alguna razón personal deben odiar a sus madres por
eso trasladan esa tirria injustificada a la madre de Cristo, María, quien
siempre fue una guerra porque desde que aceptó la misión divina sabía que iba a
padecer muchas injusticias, la mayor ver a su hijo torturado y crucificado para
que se cumplan las antiguas profecías como de esa manera la humanidad pueda
redimirse de todos sus pecados a través de la figura de Cristo, pero a pesar de
ese inmenso dolor, ella al tercer día vio que su hijo es el hijo de Dios porque
resucitó, cumpliéndose así las profecías del Antiguo Testamento. Por lo que,
valorar a María debe ser por ser una leal seguidora de Dios como su inmenso rol
de madre del Hijo de Dios.
En
la página 58, Juan Pablo II escribió lo siguiente:
“En
la liturgia bizantina, en todas las horas del Oficio divino, la alabanza a la
Madre está unida a la alabanza al Hijo y a la que, por medio del Hijo, se eleva
al Padre en el Espíritu Santo.”
A
modo de confesión, ante la deriva anti occidental y progre del fallecido
Pontífice de origen argentino, pensé en volverme ortodoxo -porque ellos luchan
por la coherencia en la fe- porque ellos, al igual que nosotros, los católicos
sabemos dar el gran lugar que se merece María por ser la madre del Hijo de
Dios. Esta breve reflexión, me trae a la mente las bellas pinturas sobre la
Virgen María que hay en todo templo ortodoxo. Indudablemente, amar a la
Santísima Trinidad tiene que pasar por amar, comprender y valorar a María,
siempre Virgen y Madre de Dios. Cristiano que no lo acepte como verdad, no es
un cristiano de verdad por más que un cantinflesco pastor diga lo contrario,
además ellos no tienen la enorme formación filosófica y teológica que tiene un
sacerdote católico.
En
la página 78, Juan Pablo II escribió lo siguiente:
“Se
puede afirmar que la Iglesia aprende también de María la propia maternidad;
reconoce la dimensión materna de su vocación, unida esencialmente a su
naturaleza sacramental.”
Como
sostengo en este artículo, entender a María pasa obligatoriamente por entender
su rol de madre de Cristo, nuestro Dios hecho hombre. Además, María nos une al
sacramento del matrimonio porque ella en las Bodas de Canaán le pidió a su hijo
que haga el milagro del vino, que finalmente Cristo lo hizo, fue el primer
milagro testificado en la Biblia, gracias a María, siempre Virgen.
A
modo de conclusión, esta ubérrima Encíclica dada por Juan Pablo II, el Grande
nos demuestra el imperecedero legado de María, la gran María, madre de Dios, la
mejor de todas las madres de la historia de la humanidad. ¡Así hay perversos
que apoyan el aborto! Felizmente, los católicos siempre celebramos con inmensa
alegría la Navidad porque es el nacimiento del hijo de Dios, Cristo.
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