lunes, 11 de agosto de 2025

Reflexiones sobre DIVES IN MISERICORDIA

 

Renatto Bautista Rojas

Magíster en Gestión de Políticas Públicas, Licenciado en Ciencia Política y catedrático nombrado en la Facultad de Derecho y Ciencia Política de la UNFV

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Publicado en El Montonero, con fecha -

 

Su Santidad Juan Pablo II escribió la Encíclica titulada “DIVES IN MISRECORDIA” dado en Roma, junto a San Pedro, el 30 de noviembre de 1980, al tercer año de su Pontificado. Quienes somos católicos, consideramos que las Encíclicas redactadas por San Juan Pablo II se dieron por sus conversaciones dadas con Dios más sus conocimientos de filosofía. Lo también cierto es que siempre he admirado a Juan Pablo II porque tuvo la fuerza interior y la inteligencia para enfrentarse a los dos más perversos demonios creados por el hombre en el siglo XX: El nazismo, a quienes los enfrentó de joven antes de ser ordenado sacerdote, y al comunismo, a quienes los confrontó y derrotó desde que fue sacerdote hasta en su bello pontificado, volviendo con la Encíclica, me permito hacer tres citados de esta bella encíclica de Juan Pablo II:

La primera la encontramos en la página 29:

“La parábola del hijo pródigo demuestra cuán diversa es la realidad: la relación de misericordia se funda en lo común experiencia de aquel bien que es el hombre, sobre la común experiencia de la dignidad propia.”

El hijo pródigo malgastó su herencia, terminó siendo un criador de chanchos y al ver que no tenía ni para comer, pretendió volver a la casa de su padre como un empleado, ya que él sabía que había perdido la dignidad, pero ese padre -que representa a Dios- siempre va esperar con los brazos abiertos (perdón) al hijo pecador por eso la Iglesia está conformada por hombres pecadores que se arrepienten, lo cual no entienden nuestros hermanos separados que piensan que hay que ser “perfectos” para ser buenas personas. Ellos reniegan del concepto de santidad de los católicos, pero pretenden ser “santos” cuando todos somos seres humanos pecadores, indudablemente parecen a los donatistas que combatió estoicamente San Agustín de Hipona.

La segunda la encontramos en la página 58:

“Por tanto, el amor misericordioso es sumamente indispensable entre aquellos que están más cercanos: entre los esposos, entre padres e hijos, entre amigos; es también indispensable en la educación y en pastoral.”

Si hay amor debe haber perdón en todas las relaciones más profundas del ser humano partiendo desde el matrimonio pasando por los enamorados para terminar en la amistad porque en todo vinculo sentimental podría haber diferencias temporales o malentendidos, pero no se puede hacer una constante tormenta en un vaso de agua ya que los errores del pasado hay que superarlos con madurez y vocación cristiana, ya que de ésos se aprende para hacer un futuro mejor. Además, somos católicos, Dios Padre siempre nos va a perdonar si estamos arrepentidos y queremos vivir en coherencia como nos enseñó Cristo en este planeta. En enseñar a perdonar también es una misión de quienes ejercemos la docencia en los diferentes niveles de la educación.

La tercera la encontramos en la página en la página 59:

“El perdón es además la condición fundamental de la reconciliación, no solo en la relación de Dios con el nombre, sino también en las recíprocas relaciones entre los hombres.”

En una sociedad donde a los niños, adolescentes y jóvenes se les deforma en absurdas taras familiares y odios sin sentido, es necesario que las nuevas generaciones entiendan que el odio destruye el alma además toda sociedad que es adelantada siempre mira del presente hacia el futuro, el pasado solo se deja a los historiadores porque nadie va a cambiar el pasado, en cambio el futuro es un mar de posibilidades además al ser nosotros, la máxima creación de Dios, debemos entender, por más grande que sea el pecado, que la reconciliación con nuestros pares es posible en la medida que seamos capaces de perdonar ya que Dios siempre tiene una infinita misericordia.

Los invito a leer y reflexionar en voz alta sobre la Encíclica “DIVES IN MISERICORDIA." Indudablemente el legado de Juan Pablo II sigue vigente.

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