Renatto Bautista Rojas
Magíster en Gestión de Políticas Públicas, Licenciado en Ciencia Política y catedrático nombrado en la Facultad de Derecho y Ciencia Política de la UNFV
Publicado en El Montonero, con fecha 28-10-2024
Sinceramente, al escribir este artículo luego de pensar en el Papa Juan Pablo II, pienso en mi buena amiga Claire Viricel que es la motivadora que siempre haga reflexiones en base de múltiples libros de autoría desde su esposo el intelectual Hugo Neira para pasar por los catedráticos María del Pilar Tello, Walter Robles y Germán Peralta para cerrar con esta segunda encíclica que he leído de Juan Pablo II.
La Encíclica RECONCILIATIO ET PAENITENTIA versa sobre la reconciliación que debemos tener todos los creyentes en Cristo para no seguir aferrados a un pasado donde probablemente el rencor como el odio serían las terribles constantes, aunque lo cierto es que la persona que obra mal debe pedir perdón auténticamente, aunque no pasará esta situación, el ser humano afectado no debe guardar rencor por esa persona, más bien debe perdonarlo y pedir que su alma se reconcilie con el Señor.
Me permito hacer 3 citaciones de esta Encíclica, la primera se encuentra en la página 13:
“...penitencia está estrechamente unida a reconciliación, puesto que reconciliarse con Dios, consigo mismo y con los demás presupone superar la ruptura radical del pecado,”
El ser humano que luego de pecar es consciente de esta situación debe tener una penitencia tanto ante Dios como al ser humano que ha ofendido con el pecado, como escribe el Patriarca de Roma la penitencia esta directamente proporcional con la reconciliación que es la superación del pecado. Una verdadera reconciliación es aceptar que se hizo el mal, pero que jamás se volverá a cometer.
La segunda cita la pueden encontrar en la página 23:
“La parábola del hijo pródigo es, ante todo, la inefable historia del gran amor de un padre -Dios- que ofrece al hijo que vuelve a Él el don de la reconciliación plena.”
Por muchos años de mi vida no entendía esta parábola que resume la bondad que Dios Padre siempre tendrá por nosotros si decidimos volver a vivir con coherencia su fe y dejar de lado el pecado. Esta parábola sigue vigente en una sociedad materialista donde algunos seres humanos solo adoran a un “dios”, el dinero, como si áquel fuera la solución de todos los problemas.
Finalmente la tercera y última cita, la encontramos en la página 131:
“El otro es el principio de la verdad y de la coherencia, por el cual la Iglesia no acepta llamar bien al mal y mal al bien.”
Este citado nos demuestra que la doctrina de la Iglesia no relativiza la moral que es el enorme problema que afronta Occidente desde mediados del siglo XX, en esa lógica considero que el bien y el mal son como los colores blanco y negro, no puede haber medias tintas, no puede ver ambages ni ser colita de chancho. Felizmente, la Iglesia Católica no permite la relativización de la moral.
Invoco, a todo creyente cristiano en leer la Encíclica RECONCILIATIO ET PAENITENTIA de Juan Pablo II.